viernes, 1 de enero de 2010

El Jijiote. Cuento


Afuera Del bar “Los Dragones Azules” se escuchó un grito aterrador... El cantinero y algunos clientes del lugar salieron a investigar. Eran las 12 de la noche; afuera y temblando estaba el Jijiote, y gritaba lleno de terror: ¡Perdón, perdón!; Los presentes encaminaron al asustado señor hacia dentro del bar, el cantinero le sirvió un trago de tequila doble, con sal y limón para que se le pase el susto y guardaron un respetuoso silencio, al cabo del cual volvieron a preguntarle ¿Qué pasó?


El Jijiote pidió otro trago, lo tomó lentamente y un poco cabizbajo parecía reflexionar, luego, con sus manos se tocó la cabeza, como queriendo despertar de un sueño horrible, resueltamente se encaminó a las afueras del Bar, la calle estaba solitaria, y oscura, el ambiente frío y nublado, el crudo invierno, con sus largas noches, el viento parecía susurrar. A lo lejos los perros aullaban, dando un aire tétrico al ambiente; un aire helado casi calaba los huesos. Los parroquianos le siguieron expectantes, volvió a mirar hacia fuera del bar y gritó lleno de espanto, todos le preguntaron de nuevo ¿Qué te pasa?
Jijiote - Nada, eso creo.

Don Juvencio el cantinero se le acercó y tocando con su mano derecha el hombro del Jijiote que temblaba como niño asustado, y sus dientes rechinaban, y en sus ojos se leía el espanto que le embargaba, a ratos parecía recitar una oración, y en momentos gritaba aterrado: “Perdón, perdón, que no lo vuelvo a hacer” Don Juvencio le volvió a interrogar:

Juvencio- ¿Qué te pasa hermano?


El Jijiote un poco más tranquilizado empezó a narrar lo sucedido.

Jijiote -Venia sin un peso en la bolsa, mi primo el Licenciado, El Roly me regaló cincuenta pesos, y estaba tomándome hace un rato una cerveza, aquí mismo y pensaba para mis adentros, como le haría para conseguir dinero para llevar a mi casa. Y veo a tres personas de aspecto distinguido que tomaban vino en su mesa; ya se veían en avanzado estado de ebriedad, vi. Cuando uno de ellos a quien los demás le decían don Nicanor, sacaba una billetera con un gran fajo de billetes de doscientos y quinientos pesos, y pagaba su cuenta; unos momentos después Sus compañeros se despidieron de él y salieron para sus casas, Don Nicanor se tomó unas copas más y poniéndose su sombrero negro salió dando tumbos, yo pagué mi cerveza y salí detrás de él, mi intención era el de Despojarlo de su billetera como ya lo había hecho con muchos otros en tiempos de quincena. De verdad que esa era mi especialidad, quitarle el dinero a los ebrios, para vivir y alimentar a mi familia, yo pensaba en mis adentros, que este iba a ser un trabajo fácil y durante unos meses podría vivir en paz. Me acerqué a mi víctima, saqué un afilado cuchillo y le amenacé, ordenándole que me entregara su billetera, el cuchillo apretaba su garganta, otros en el pasado, temblorosos me pedían piedad y entregaban sus pertenencias; pero Don Nicanor con una sonrisa en sus labios, me dijo muy seguro de sí mismo:


Don Nicanor -“Tú a mi no me puedes matar, tú a mí ya no me infundes terror”


Jijiote- Yo entonces sorprendido, apreté mas el cuchillo a su garganta y escuche que se reía de mí, entonces pensé que si le hacia una leve herida, aflojaría el dinero. Y él siguió riendo de buena gana, y me dijo: “Tú a mí ya no me puedes matar.”


Jijiote - yo apreté más el cuchillo, y mi víctima, con su mano derecha jaló sus cabellos y su cabeza se desprendió de su cuerpo, y la arrojó a unos metros de mis pies, y aun así seguía riéndose a carcajadas, y viendo mi cara de espanto, avanzó unos pasos, recogió su cabeza, se la puso de nuevo y se acercó a mí; volvió a reír de buena gana y me dijo de nuevo:


Don Nicanor- Tú a mí ya no me puedes matar porque ya estoy muerto.

Jijiote- Me tomó con fuerza del cuello, y me levantó, golpeándome contra el muro del bar, y siguió diciéndome:


Don Nicanor- Por personas como tú yo no pude regresar a mi casa, porque a unas cuadras de aquí me mataron para despojarme del dinero que era producto de mi trabajo honrado, allí estaba el dinero que había ahorrado para celebrar los quince años de mi hija, al igual que el gasto para un mes de mi casa, allí estaba el producto de un mes de trabajo honrado y ahora era el trofeo de malandrines que no sabían lo que era la palabra trabajo”, y continuó: Ya muerto, en espíritu, volví a mi casa, y con gran amor saludé a mi esposa y a mis hijos y con una gran tristeza, noté que no me veían, menos me escuchaban. Mi esposa a cada rato se asomaba por la ventana, pues esperaba verme llegar para llenarme de besos.


-Y por malandrines como tú, ella sufrió demasiado, No era justo que a su esposo lo mataran para robarle. Estuve a su lado cuando le llevaron la noticia, y mi sufrimiento aumentaba con el suyo, mi corazón se llenaba de dolor, cuando ella, en el panteón me llamaba, me pedía que regresara, que era imposible que su esposo estuviera muerto, sufría lo indecible y yo no podía hacer nada.


Don Nicanor- Será por eso que mi odio, mi sufrimiento, no me ha permitido llegar ante la presencia de Dios para ser juzgado, y sigo atorado entre dos mundos, ¡OH! Si tú supieras, cuan grande es mi dolor, que estoy junto a mi familia y no me ven, que regreso al bar y nadie me ve, ni me saluda. Y ahora que te vi con esas intenciones de asaltar a personas trabajadoras, cuyo único delito es tomarse unas copas con sus amigos, Mi rabia y deseo de venganza, me hicieron materializarme, y aquellas dos personas que viste junto a mí, son muertas como yo, que me ayudaron a darte este pequeño regalo.

Y sudando en extremo el Jijiote siguió contando:

Jijiote- hace un rato cuando salí pensé que había sido producto de mi imaginación, pero cuando grité, volví a verlo y escuché su carcajada macabra. Supe que era una terrible realidad.”

Don Juvencio el cantinero se quedó mirando estupefacto, observó a los Parroquianos, ellos apuraron un trago y asombrados ante el relato, en actitud mística, empezaron a susurrar una oración, el Jijiote preguntó
-¿qué les pasa?


Y Don Juvencio respondió, sin ocultar su sorpresa:
Juvencio- Ese que tu narras coincide con un gran amigo, y cliente de este bar, se llamaba Don Nicanor, era una persona distinguida, muy serio, con un buen sentido del humor, nunca discutía ni se peleaba con nadie, y esa noche la última vez que lo vi., estaba muy contento, porque ese día había retirado del banco unos ahorros que había destinado para celebrar los quince años de su hija mayor; También compró un regalito para su abnegada esposa y dulces para sus hijos menores, se tomó unas copas y brindó por su hija, Luego salió con rumbo a su casa, con tan mala suerte que a unas cuadras de aquí, unos maleantes lo asaltaron. Y al ofrecer resistencia lo asesinaron; esto sucedió hace exactamente seis meses. Le robaron su dinero, una gran cantidad, y frustraron los festejos de los quince años de su Hija. Eran tres jóvenes delincuentes, que buscaban dinero fácil para conseguir droga.

Juvencio- Nosotros al recordar ese triste acontecimiento, no podemos impedir que las lágrimas rueden por nuestras mejillas, y aunque tú no lo creas, hacemos una oración a Dios por el descanso de su alma.
 
El Jijiote, un poco sorprendido preguntó a Don Juvencio:


Jijiote- ¿y qué fue de sus asaltantes?


Don Juvencio, tomándose otra copa, dijo con gran sentimiento:

Juvencio- A la semana los capturó la policía y unos días después murieron en el penal, dicen quienes les vieron que en sus rostros se notaba una terrible expresión de terror.


El Jijiote no salía de su asombro y volvió a preguntar:

Jijiote- ¿Tienen ustedes alguna fotografía de él?
-Si contestó Don Juvencio y sacó un álbum y entre todas las fotos señaló, ¡Este es! El Jijiote palideció, y empezó a temblar, Se jalaba con fuerza sus bigotes y gritaba espantado:

Jijiote- ¡No es posible, No puede ser!
La foto que vio era la misma de Don Nicanor el Fantasma que hacía poco le había espantado, el Jijiote enloqueció, y fue necesario que viniera una ambulancia por él.


Cuentan que tras una larga permanencia en el manicomio, al salir, El Jijiote aprendió un oficio y se comprometió a ganarse el sustento diario honradamente.


Han pasado ya varios años, y no hemos tenido noticias del Jijiote... Puede ser que en verdad se regeneró.


Gabriel Ignacio Muñoz. M. León Guanajuato abril 21 2004 León Guanajuato, 21 de Abril del 2004.
Fragmento del libro “Juanito, su entrevista con el Diablo y otros cuentos de misterio” Registro internacional INDAUTOR. México DF
 
 


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